Posparto – cuando cualquier detalle se convierte en un tsunami emocional
Blog Home Jul 10, 2025 Publicado por mujeryentrenamiento - Posparto

El posparto es una montaña rusa. Y no lo digo solo como metáfora. Es un conjunto de emociones tan intenso que, a veces, algo aparentemente insignificante puede convertirse en un auténtico abismo emocional.
Si estás viviendo esta etapa o la has pasado recientemente, seguro que sabes de lo que hablo. Un día te sientes fuerte, capaz, incluso empoderada. Y al siguiente, un pequeño detalle se convierte en el detonante de un tsunami emocional que no sabes cómo parar.
A mí me pasó. Varias veces, de hecho. Pero hoy quiero contarte una en concreto que, aunque suene trivial, me hizo tocar fondo emocionalmente.
Un día cualquiera… o no tanto
Era mi primer mes de posparto. Ese mes en el que los días y las noches se mezclan, en el que el agotamiento, la ilusión y el desconcierto conviven en un cóctel explosivo. Dormía, como mucho, dos horas seguidas. Y, aún así, me sentía ilusionada de vivir esta nueva etapa junto a Gael.
Ese día tenía una cita rutinaria en el centro de salud para una analítica. Nada importante. Nada complicado. O eso pensaba.
Llegué, pregunté quién era la última persona en la cola y una mujer me indicó a otra chica. Di las gracias y me quedé esperando mi turno, como cualquier otro día.
Pero cuando pensé que me tocaba entrar, una señora, acompañada de otra mujer mayor, me detuvo en seco y, con un tono poco amable, me dijo:
— No, no te toca a ti. Vamos nosotras.
Confundida, expliqué lo que me habían indicado. La sala se dividió: algunos me apoyaron, otros dieron la razón a la señora. Yo, agotada y sin fuerzas para discutir, pedí disculpas por el malentendido. La respuesta: una mirada fría y cargada de juicio.
Hasta ahí, podría haber sido un simple malentendido sin más importancia. Pero no lo fue.
Cuando la montaña rusa emocional no da tregua
Al salir de la consulta, sentí que una nube negra se instalaba en mi cabeza. Sin previo aviso, me derrumbé.
Me invadieron pensamientos que, en otro momento de mi vida, no habrían tenido tanto peso:
¿Por qué me afecta tanto algo tan insignificante?
¿Cómo he podido sentirme tan vulnerable por un malentendido?
¿Por qué me duele tanto la mirada y el juicio de una persona que ni siquiera conozco?
¿Dónde ha quedado la seguridad que sentía hace unas horas?
El nudo en el pecho crecía. Me sentía pequeña, vulnerable, rota. Y lloré. Lloré como si hubiese pasado algo mucho más grave. Como si aquel malentendido fuese el reflejo de todas mis inseguridades, mis miedos y mi cansancio acumulado.
El posparto es más que cansancio físico
Horas después, aún con el estómago encogido y esa sensación de vacío, entendí lo que me estaba pasando. Estaba agotada, claro. Pero, sobre todo, estaba emocionalmente al límite.
El posparto no solo es falta de sueño o recuperación física. Es una auténtica revolución interna. Te enfrentas a un nuevo rol, una nueva rutina, un cuerpo que cambia, una familia que se transforma… y a todo eso se suman las dudas, los miedos, las expectativas y esa necesidad constante de dar lo mejor de ti, aunque apenas te quede energía.
Por eso, algo tan pequeño como un malentendido en la cola de un centro de salud puede convertirse en el detonante que te desborda.
Aceptar que no todo está bajo tu control
Aquel episodio me enseñó algo fundamental: No puedo ni debo intentar controlar todo. Mucho menos las reacciones ajenas, los juicios o los malentendidos cotidianos.
Lo que sí puedo controlar es dónde pongo mi energía. Y en el posparto, esa energía es oro. Debe ir hacia lo esencial: mi bienestar, el cuidado de Gael, mi familia… y, sobre todo, mi propia salud mental y emocional.
Aprendí que no es un fracaso sentirse desbordada por cosas pequeñas. Es normal. Es humano. Y, en el posparto, es aún más frecuente de lo que imaginamos.
No estás sola en esto
Si tú también estás viviendo el posparto y sientes que, a veces, cualquier detalle se convierte en una montaña, quiero que sepas algo: no estás sola.
Es un momento precioso, sí. Pero también desafiante, abrumador y, muchas veces, invisible para los demás.
No tienes que ser perfecta. No tienes que poder con todo. Y, sobre todo, no tienes que juzgarte por sentirte vulnerable. Forma parte del proceso. Forma parte de ti.
Así que, si hoy algo pequeño se ha convertido en un mundo… respira. Cuídate. Y recuerda, esto también pasará.